Cultura

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MUPA. El palmito, historia milenaria

El abanico es un símbolo de la cultura española, y especialmente de la valenciana, con una fuerte arraigo en la actualidad. Una joya que fusiona a la perfección el arte y la funcionalidad.

Resulta complejo precisar el origen del abanico, pero se considera tan antiguo como el material que agita. Con una historia constatada de más de 3.000 años, el abanico ha evolucionado a lo largo de su historia cambiante su morfología, usos y materiales de fabricación, viviendo un proceso de renovación constante.

palmito o abanico
Abanico

Los vestigios más antiguos de su uso han aparecido en pinturas y relevos de todo el mundo, desde el Antiguo Egipto, Grecia, Roma o Asia. Gracias a las rutas comerciales, que unían Europa con Oriente, el palmito plegable llegará a Occidente y su uso pronto se extendería por todo el continente.

Los primeros abanicos eran sencillos objetos para avivar el aire del fuego, pero llegará a convertirse en un objeto artístico, símbolo del poder y exclusivo de las clases privilegiadas.

En Occidente, durante la Edad Media, el abanico o “flabelum” pasa a formar parte de la liturgia cristiana, empleándose en la Eucaristía, misas solemnes y procesiones papales, hasta su desaparición definitiva después del Concilio Vaticano II, pero se conservó en iglesias de Grecia y Armenia donde recibe el nombre de “rhipidion”.

En Europa los abanicos empiezan a expandirse a partir del siglo XV entre la realeza y la nobleza. En España, las primeras referencias del abanico aparecen en la Crónica de Pedro IV de Aragón (siglo XIV), en la cual se cita como objeto de los nobles que acompañaban el rey. Hay también referencia de este utensilio en los inventarios de bienes del Príncipe de Viana y de la Reina Juana I de Castilla, denominada la “Loca”, este último realizado en 1565. Estos palmitos eran rígidos y de forma redondeada, y se utilizaban en su elaboración generalmente materiales como la palma, la paja, la seda y las plumas de pavo.

Después de la aparición del abanico plegable en España, en el siglo XVI, pronto empiezan a aparecer los primeros fabricantes. En el siglo XVII encontramos nombres de artesanos de abanicos. En Madrid figuran Juan Sánchez Cabezas, Francisco Álvarez de Borja y Jerónimo García, destacando como pintor de abanicos Juan Cano de Arévalo. Y en Sevilla destacan Carlos de Arocha, José Páez y Alonso de Ochoa. A pesar de la existencia de maestros abaniqueros, la importación de abanicos procedentes de Italia y Francia era importante, lo cual obligó Carlos II en 1679 a limitar la entrada de abanicos procedentes de estos países.

El abanico europeo, propiamente dicho, aparece en su plenitud en Francia en el reinado de Luís XV (1710-1774). Fue una pieza fundamental en los salones de la época, como complemento de moda femenino. En el siglo XVIII destaca el francés Eugenio Prost, que llega a España bajo la protección del Conde de Floridablanca. Bajo el reinado de Felipe V aumentan de nuevo las importaciones de palmitos procedentes de Francia, Italia, Holanda e Inglaterra, quizás debido a la gran demanda de este utensilio.

A lo largo de la historia el abanico combinará usos funcionales, ceremoniales y decorativos, y a partir del s. XVIII su uso se popularizará entre las diferentes clases sociales hasta convertirse en un complemento de vestir indispensable. Aliado esencial en el arte del cortejo, gracias al lenguaje del abanico, que servía a las damas para comunicarse con sus enamorados sin ser descubiertas por miradas indiscretas.

Será España la que finalmente haga de este excepcional objeto un bien patrimonial de su cultura, con especial arraigo en Aldaia.